Nuevamente se acerca el momento tantas veces vivido, pero no por eso menos odiado…
El momento de decir adiós a los amigos.
Es verdad que hay amistades que persisten a través del tiempo y la distancia, pero, siendo sincero, las cosas ya no serán iguales y que poco a poco se irán diluyendo no sé si los sentimientos, pero sí esa proximidad, esa sensación de cercanía que hacía que incluyera a esos amigos en mi vida diaria.
Mis amigos vienen y van, se mueven y encuentran otros espacios.
Unos llegan después de años de no vernos. A otros voy a verlos de vez en cuando a donde estén. Hay otros que surgen a mi alrededor y… están los que conozco y luego se van.
La amistad es una relación fantástica y da lugar a todo tipo de sentimientos.
También hay momentos duros en que uno tiene que cortar esas relaciones, porque la amistad no está ajena a actitudes humanas muy desagradables.
Para los amigos que han sido buenos conmigo no tengo sino palabras de cariño y agradecimiento.
Hay cosas que conozco en mí gracias a ellos, aspectos de mi ser, de mi persona, que no habría descubierto sino hubiera sido mirándome en ellos como se mira en un espejo.
La nostalgia me invade y francamente me entran ganas de llorar.
También estoy cansado de cambiar constantemente el escenario de mis relaciones afectivas, en este caso, amistosas.
Hay muchos otros cambios en mi vida y uno esperaría que las amistades fueran como la base en la que podría encontrar apoyo y no perder el rumbo. Pero no… la fuerza y el norte tienen que estar dentro de uno mismo. Esa es la última certeza al final: nos encontramos solos y tenemos suerte de encontrar, aunque sea momentaneamente, con los que compartir momentos de felicidad y también etapas duras.
Los echaré de menos. Adiós, amigos.